Actitudes

Los seis sombreros de Edward de Bono

Por Jose Antonio Marina

Continúo el análisis del método de Edward de Bono. Si se sigue, es muy probable que los niños aprendan a pensar mejor. Lo que me gustaría saber es qué funciones mejoran. En la Teoría Ejecutiva de la Inteligencia hay cuatro módulos: dirección de las operaciones hacia una meta, gestión de la memoria, operaciones del pensamiento, toma de decisiones. ¿Cuáles de estos grupos de funciones mejora el método? Determina la acción a realizar, activa las operaciones, ayuda a dirigir la atención, y aprovecha los recursos de la memoria. Es decir, la capacidad de pensar  bien depende  de la acción de esos cuatro módulos.


Tomaré el famoso programa de los seis sombreros. Lo que estamos intentando es que el niño adquiera el hábito de ponerse en seis actitudes diferentes. Es un consejo puramente metodológico, es decir, una guía para la acción. A partir de ahí, debe centrar su atención en buscar en su memoria información que le permita  seguir esos requerimientos. Los recursos atencionales y los recursos de la memoria limitan las posibilidades del pensamiento. La palabra “pensar” designa un grupo de actividades que permiten enlazar información  dirigida a una meta: buscar, preguntar, seleccionar, combinar, comparar, inferir, evaluar, etc.

Todas estas operaciones dependen de la memoria. Imaginemos que diseñamos un juego de los seis sombreros paralelo: Sombrero de matemático, sombrero de poeta, sombrero de historiador, sombrero de físico, sombrero de químico, sombrero de dibujante. Es evidente que el tener que hacer el esfuerzo de pensar “como si” de esos personajes se tratara, hará que el sujeto intente comprender o incluso aprender esas actividades, pero su nivel dependerá del nivel de los conocimientos que tengan de esas disciplinas.

Lo mismo sucede con las herramientas del pensamiento.  Necesitan ejercerse sobre la información y su eficacia va a depender  del modo como la información esté codificada en la memoria del sujeto. Por eso, en la Teoría Ejecutiva de la Inteligencia consideramos que la “construcción de las redes de la memoria” es el primer paso para conseguir la calidad del pensamiento.

Pondré un famoso ejemplo de pensamiento eficaz, contado por Sir Ernest Rutherford, padre de la física nuclear y Premio Nobel de Química en 1908:

“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un examen de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.

La pregunta del examen era: Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro. La respuesta del estudiante fue la siguiente: lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio; marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio.

Realmente el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema; su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio,y mida el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la formula altura = 0,5 por la gravedad y por el tiempo al cuadrado, y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.


– Bueno, hay muchas maneras. Por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

-Perfecto, ¿y de otra manera?

-Sí. Este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura.

-Ese es un método muy directo.

-Por supuesto. Si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si consideramos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea, la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de oscilación.

En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje, y cuando abra, decirle: ‘Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo’.

En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema. Dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

La respuesta convencional al problema era que la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos puntos diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre estos puntos”.

Aquel estudiante, a quien sus profesores habían enseñado a pensar, se llamaba Niels Bohr, físico danés, quien se basaría en las teorías de Rutherford, para publicar su modelo atómico en 1913, obteniendo el premio Nobel de Física en 1922.

El joven Bohr demostró, sin duda, una fantástica capacidad de pensar,  pero aprovechando sus conocimientos. Creo que la Teoría Ejecutiva de la Inteligencia, con su distinción entre inteligencia generadora  e inteligencia ejecutiva,  y con la identificación de los cuatro módulos de actividad: gestión de la atención, gestión de la memoria, gestión del pensamiento y gestión de la acción, nos ofrece un marco teórico muy potente, dentro del cual pueden también acogerse  los descubrimientos de Edward de Bono.

 

 

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