Memoria

Lo que un docente debe saber sobre la memoria

Por Jose Antonio Marina

Uno de las ideas nucleares del CEIDE es que los docentes no son “expertos en enseñar”, sino “expertos en que las personas aprendan”. Esto nos coloca en una posición relevante cuando hemos entrado en la “sociedad del aprendizaje”.  Todos vamos a tener que estar aprendiendo siempre, porque es imprescindible para adaptarse a un mundo en cambio acelerado.

El campo del aprendizaje se ha expandido, además, porque ahora sabemos que pueden aprenderse competencias que antes se creía eran innatas, como la creatividad, el perfil emocional, la valentía, la toma de decisiones.

La neurología nos indica que el talento no aparece antes, sino después de la educación, que se convierte así en una generadora de talento. Espero que pronto podamos  organizar en el CEIDE cursos para formar “expertos en aprendizaje”, no solo para las escuelas, sino para todo tipo de proyectos  formativos. Se necesitan a todos los niveles -de ahí la popularidad del coaching– y  puede ser la profesión del futuro.

Pero, si queremos ser rigurosos, antes de proponer esos cursos tenemos que organizar lo que en este momento sabemos  sobre los procesos de aprendizaje, los métodos para hacerlos más eficaces, el modo de aprovechar mejor las capacidades de las personas.

Para ello, voy a servirme de este blog, que me permite conocer lo que os interesa o preocupa en relación con el aprendizaje: los casos difíciles, sus límites y  posibilidades, las necesidades especiales. Una vez atendidas vuestras aportaciones, el contenido del blog  formará parte del  “modelo de aprendizaje” del CEIDE.

La memoria ha sido con frecuencia torpemente denostada. “La memoria es la inteligencia de los tontos” es una de las frases más tontas que se han dicho. No hay inteligencia sin memoria. La educación consiste en construir la memoria personal  y en aprender a utilizarla. Para importantes antropólogos, la gran novedad de la inteligencia humana fue poder acceder voluntariamente a la memoria. La de los animales, al parecer, está sólo suscitada por el estímulo (Merlin Donald). Creo, pues, que es imprescindible que los docentes tengan una idea clara de lo que es la memoria y de cómo funciona.

La especie humana es la que educa a sus crías. Esta es su mejor definición, porque reconoce que somos una mezcla de biología y cultura. Las investigaciones epigenéticas revelan que el modo de vida, la experiencia, la educación, determinan la expresión genética. Ese es el fundamento biológico que nos permite afirmar que talento no está al principio, sino al final del proceso educativo.

La posibilidad de educar deriva de nuestra capacidad de aprender y de utilizar lo aprendido. Llamamos “memoria” a la facultad de conservar y utilizar nuestra experiencia, y llamamos “aprendizaje” al proceso por el que se adquiere un conocimiento, un hábito afectivo o una habilidad intelectual o motora.

Aprendemos de muchas maneras: mediante priming, habituación, respuestas condicionadas, aprendizaje semántico, imitación, y también mediante la acción. Todas se basan en la enorme facultad de la memoria.

Los expertos han  identificado distintos tipos de memoria. Son conceptualizaciones hechas desde diversos puntos de vista, y que por eso se solapan a veces, y resulta difícil integrarlas en un modelo único. Los principales tipos son:

-Memoria episódica o anecdótica (hechos) y memoria semántica (conceptos generales). La memoria de los perros que he tenido es episódica, los conocimientos que tengo sobre perros es memoria semántica. Últimamente se ha añadido la memoria afectiva, que conserva las experiencias emocionales en un “archivo” aparte.

– Memoria implícita y explícita. La primera actúa sin que tengamos conciencia de cómo actúa y corresponde en gran parte a la memoria procedimental. Sé montar en bicicleta, pero no sabría explicar lo que hago para mantener el equilibro. El juego de Rafael Nadal se basa en su memoria muscular, en la que están depositados todos sus entrenamientos, que, sin embargo ha olvidado.

-Memoria de reconocimiento  y de evocación. La memoria de reconocimiento actúa automáticamente. Veo un rostro y lo reconozco. El recuerdo es activado por el estímulo. Esta memoria funciona constantemente y es poderosísima. Cuando entra en nuestro campo perceptivo algo “no reconocible”, se alarma.

La memoria de evocación, en cambio, puede ser activada  voluntariamente por nosotros, por ejemplo, haciéndonos preguntas. ¿Qué hice ayer?  En ocasiones, la memoria presenta a la conciencia recuerdos no buscados. Y cuando  me encuentro en un estado emocional  (por ejemplo, triste) se activan los recuerdos que sintonizan con ese sentimiento (recuerdos tristes).

-Memoria a corto y a largo plazo. Se entiende por “memoria a corto plazo” la que mantiene la información mientras estoy realizando una tarea, y que, cuando la termino, desaparecen. Tradicionalmente se ponía como ejemplo mantener en la memoria un numero de teléfono mientras se marcaba. Pero en la actualidad tenemos que ampliar el concepto, porque el campo de la memoria a corto plazo se ha hecho peligrosamente amplio.

Nuestros alumnos la utilizan cada vez mejor cuando trabajan utilizando la memoria del ordenador. Pueden mantener la información  mientras hacen el trabajo, pero la olvidan en cuanto lo han acabado. Este es un problema educativo grave.

-La memoria a largo plazo, en cambio, mantiene lo aprendido durante mucho tiempo, con independencia de la tarea. El paso de una información de la memoria a corto plazo  a la memoria a largo plazo es transcendental para el aprendizaje. En ocasiones se hace de manera involuntaria. Una emoción profunda, sentida una única vez, puede dejar una huella imborrable, pero al hablar de educación tenemos que referirnos a modos previsibles y controlables de incorporar conocimientos o procedimientos a la memoria a largo plazo.

Para ser rigurosos, hay también una memoria “icónica”, que es la persistencia de la sensación visual en la retina (durante menos de un segundo) y que permite dar continuidad a la percepción. No es relevante desde el punto de vista educativo.

En los últimos años se ha ido elaborando una teoría más dinámica de la memoria y ya no se la considera una especie de almacén, sino un sistema activo de gestión de la información conservada. Se ha investigado por ello con mucha intensidad la memoria de procedimientos y habilidades. Se puede aprender “geografía” y también se puede “aprender a pensar” o “aprender a inventar”.

La memoria nos permite hacer muchas operaciones, no sólo repetir lo aprendido. Esta es su función mínima y por eso es injusto considerarla su única función. Al percibir un objeto,  interpretamos los meros datos sensoriales a partir de la memoria. Cundo razonamos estamos utilizando la memoria, y cuando inventamos o creamos, también.

Para comprender cómo puede haber una “memoria creadora”, conviene que los docentes conozcan el concepto de “esquema”. Cuando percibimos algo o experimentamos una situación, tenemos la impresión de que nos limitamos a recibir lo que está fuera de nosotros. Abrimos los ojos y vemos el paisaje que tengo enfrente.

Las cosas son mucho más complicadas. De fuera recibimos sensaciones que son interpretadas mediante los “esquemas cognitivos” que hemos formado en la memoria. Por eso, al escuchar por el fonendoscopio un profano recibe la misma el mismo estímulo acústico que un cardiólogo, pero no escucha lo mismo que él, porque carece de los “esquemas” necesarios para seleccionar la información necesaria.

En el campo afectivo sucede lo mimo. Una persona es más miedosa que otra porque sus “esquemas emocionales” son diferentes, e interpretan situaciones neutras como si fueran una amenaza. Un persona susceptible tiene unos “esquemas emocionales” de percepción de las ofensas muy sensibles, y se disparan con cualquier motivo. Una parte importante de la educación es ayudar al niño  que construya esquemas cognitivos y emocionales adecuados.

Esquema es “una estructura psicológica, verosímilmente con sede neuronal, modificable por la experiencia, capaz de aceptar información y dirigir las actividades del organismo” (NEISSER ). Shallice, prefiere sustituir el término “esquema” por “programa”, lo que todavía intensifica su aspecto procedimental.

Así pues, el primer objetivo del aprendizaje es ayudar al alumno a construir su memoria, es decir, a que vaya formando esos esquemas (receptivos y generadores) que le van a permitir comprender, aprender y expresar. El segundo objetivo es conseguir que aprenda a usar su memoria. Pero de esto hablaré en el próximo post.

Comentarios

Gloria Garcia Fandos.12:51, 31/01/2014

Me parece muy acertado el estudio. Hoy en día se confunde mucho el niño creativo, con el vago desordenado que no cumple como el resto de la manada y va a su bola.
Esa es la primera parte, y la segunda es la culpa de todo a sus padres por no ponerse toda la tarde con el niño a repetir, repetir y repetir para que la máquina de memorizar esté lista al día siguiente, y el profesor no tenga que hacer nada diferente con ese niño que no sigue su patrón establecido, obsoleto y de sobra sabido que NO funciona.

Una Madre preocupada por el sistema.

Juana21:21, 04/01/2014

Muy interesante el tema!

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