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La hora de los docentes

Por Jose Antonio Marina

(Artículo publicado en El Mundo el 4 de octubre de 2013)

Mañana es el Día Mundial del Docente, cuyo objetivo es llamar la atención de la sociedad sobre una profesión que está rediseñándose. Hace unos meses, la portada de una revista de difusión mundial titulaba: «El mejor profesor del mundo». Se refería a Salman Kahn, fundador de la Kahn Academy, una academia gratuita a través de internet, que tiene dos millones de alumnos. Universidades de todo el mundo están ofreciendo cursos on line, o colgando sus clases para que puedan ser utilizadas gratuitamente. Grandes empresas han descubierto que la educación va a ser el nuevo negocio del billón de dólares (Forbes lo llama el negocio del Cociente Intelectual). ¿Qué está pasando? Un fenómeno desconocido hasta ahora. Decimos continuamente que hemos entrado en la «era del conocimiento», pero eso es verdad a medias. Donde hemos entrado realmente es en la «era del aprendizaje». En un mundo que cambia velozmente, que cada vez exige más, pero que también ofrecerá más posibilidades para quien sepa aprovecharlas. Ambas cosas hacen necesario el aprendizaje a lo largo de toda la vida. No sólo en la escuela, sino en el trabajo, en la convivencia diaria, en la política, en la vejez. Cuando el ritmo de las sociedades era más lento, la educación se encargaba de transmitir los conocimientos de una generación a otra. Las técnicas no cambiaban, los hijos heredaban los oficios de los padres. Ahora las cosas son distintas, porque una misma generación va a tener que reeducarse continuamente. No es de extrañar el éxito que tienen las palabras que empiezan con «re»: reinventarse, renovarse, resetearse, reescribirse, regenerarse. La moda de los coachers, de los entrenadores personales, no es más que una consecuencia de esta nueva situación. Necesitamos despertar en nuestra nación la pasión por el aprendizaje, para no quedarnos marginados.

Pues bien, en esta nueva era, los docentes que trabajamos en la escuela vamos a tener un protagonismo especial, vamos a ser los motores del progreso, también del progreso económico, porque somos los especialistas en aprendizaje. Recuerdo la anécdota de un profesor de pedagogía americano que el primer día de clase dijo a sus alumnos, futuros maestros: «He dedicado este verano a enseñar a hablar a mi perro. Está ahí fuera. Si quieren puede hacerles una demostración». Los alumnos por supuesto asintieron. El perro entró, se tumbó y el tiempo pasó sin que dijera palabra alguna. Al fin un alumno protestó: «Profesor, su perro no habla». El profesor contesto: «Yo les dije que había enseñado a hablar a mi perro. No que mi perro hubiese aprendido. No olviden eso en el futuro. Nuestra profesión no es enseñar, sino conseguir que aprendan».

Al decir que los docentes, los maestros, los profes, vamos a ser el motor del progreso económico, no estoy diciendo una de esas frases retóricas que todo el mundo aplaude, pero nadie cree. Sobre todo en España, donde, a pesar de los titulares, la educación preocupa muy poco, como demuestran una y otra vez las encuestas del CIS, sobre las preocupaciones de los españoles. Raj Chetty, del Departamento de Economía de la Universidad de Harvard, ha mostrado que la calidad del profesor determina el sueldo futuro de sus alumnos. Hanushek,
Rockoff, Metzler y otros autores han corroborado los datos. Por su parte, James Heckman, premio Nobel de Economía, ha demostrado que la inversión en la enseñanza infantil y primaria es la que produce unos retornos económicos más elevados a la sociedad. La calidad de la escuela es fundamental para el progreso personal y social, y todos los estudios nos dicen que la calidad del profesorado es lo que determina la calidad de un sistema educativo. El informe McKinsey de 2007 sobre los países que han conseguido sistemas educativos de alto rendimiento señala que «de forma constante atraen a la carrera docente a la gente más capacitada». Esto se logra por medio de un ingreso altamente selectivo en la carrera docente, procesos efectivos de formación de los aspirantes, y buenos salarios iniciales (aunque no extraordinarios).

En un estudio sobre la escuela finlandesa publicado por la Universidad de Columbia, se afirma que han sido los maestros los que han convertido la escuela en el foco del interés mundial que es hoy. Algunas de sus características resultan sorprendentes: el sistema finlandés no tiene inspecciones, ni somete a los alumnos a pruebas externas, los profesores tienen autonomía para elaborar sus currículos. Consideran fundamental que el trabajo en la escuela se base en la dignidad profesional y en el respeto social. El estatus del profesor es un factor decisivo. Por ejemplo, en Singapur y Corea del Sur las encuestas de opinión revelan que el público en general considera que los docentes realizan un aporte a la sociedad mayor que cualquier otra profesión. Y en Japón se piensa que los maestros infantiles merecen una consideración y un respeto extraordinarios. Hace unos meses, en un encuentro en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Andreas Schleicher, director del PISA, decía que en España el profesor tiene muy poca autonomía. En esos países, los docentes son los encargados de mejorar el sistema, mejorando cada una de las escuelas. Para eso, los países preocupados por la educación distinguen entre los buenos y los malos profesores. En China, por ejemplo, hay cuatro niveles de profesorado, y los que quieren progresar tienen que demostrar que son capaces de mejorar su clase y su centro. En Canadá, se dedica mucho esfuerzo para que los profesores trabajen juntos, y destinan muchas horas para reciclarse y conocer lo que hacen otros docentes. En España, nunca se ha cuidado la formación del profesorado, ni se ha creado una carrera docente. Si no se premia a los buenos, acaba premiándose a los malos. La Universidad –obnubilada por la investigación– tampoco valora la docencia. Acabo de participar en un trabajo hecho por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa sobre la formación en matemáticas de los alumnos de Magisterio en 17 países. El nivel de nuestros maestros es muy bajo. Pero hay un dato que a los investigadores extranjeros les ha debido escandalizar. El Prácticum, es decir, las prácticas en el aula, ocupa el 20% de los programas de Magisterio. Se cumple, pero ningún alumno suspende, luego se trata de un mero trámite. Eso no es culpa de los alumnos. Es culpa de sus profesores.

Escribo este artículo como catedrático de Educación Secundaria, y como tal voy a decir una cosa escandalosa. En España no hemos olvidado aún que los «docentes» pertenecían al servicio doméstico. Pues es hora de cambiar de óptica. Necesitamos que los maestros, los profesores, sean un cuerpo de élite. Por eso, me gustaría una revolución educativa desde el profesorado. Además de expertos en aprendizaje, somos la conciencia educativa de la sociedad, y debemos ser los primeros que nos exijamos más a nosotros mismos, para estar en condiciones de exigir a los demás. Sé que hay decenas de miles de extraordinarios docentes en
nuestro país, que muchas veces se encuentran solos, maltratados o incomprendidos. Conozco a muchos de ellos. Pero me gustaría conocer a más docentes entusiastas.

En Estados Unidos se publican muchos libros sobre grandes profesores o sobre escuelas que han tenido éxito. El Premio al Mejor Maestro de EEUU tiene una relevancia excepcional. Cuando era ministra de Educación Esperanza Aguirre, le pedí que hubiera en España algo parecido. Sigue sin haberlo. Hemos de llevar a la escuela a los mejores y aplaudirles. Antonio Machado tuvo a Francisco Giner de los Ríos de maestro en el parvulario. Mientras los partidos políticos se entretienen en sus leyes educativas, estoy seguro de que docentes con talento pueden cambiar la educación. Y si la sociedad es lo suficientemente inteligente confiará en ellos y les apoyará. Contad conmigo. Es nuestra hora. Mi dirección: blog.joseantoniomarina.net.

Comentarios

Juan Atienza20:53, 05/11/2013

Soy un padre con un pequeño currículum científico que quiere seguir y apoyar la titánica labor que ha emprendido J.A. Marina, imprescindible para el futuro de este país. Mi primer comentario en este blog resultó ser demasiado agresivo, lo siento mucho. Intentaré ser menos ácido.
Participo de un entorno social que valora extraordinariamente la educación de personas, además de su formación profesional, y que tiene la suerte añadida de poder elegir centros educativos, profesores e incluso un acuerdo más o menos expreso de ideario educativo. Después de muchos años de experiencia como padre considero que ninguna de las circunstancias es tan determinante como la claridad de ideas y la competencia pedagógica de los profesores y directores.

Queremos mejorar la educación de todos y no se encuentra el modo de integrar esfuerzos y puntos de vista. Qué descriptiva la expresión “pedagogía de la facilidad y la felicidad” como uno de los enfoques metodológicos en liza. Nos lamentamos y describimos los problemas; apuntamos posibles soluciones que no son más que deseos, sin posibilidades de aplicación real, y van pasando los años.

José Antonio, también estamos muchos deseando “una revolución educativa desde el profesorado”. Pero creo que este movimiento necesita definir mejor una misión que no consista en divagar sobre todas las culpas y circunstancias del país para que entendida y asumida por la sociedad.

La comunidad educativa tiene que ser el motor y el actor de una verdadera refundación de su propio papel social y debería partir de una revisión autocrítica generalizada muy sincera que demuestre su capacidad y voluntad de rectificar en lo que está fracasando. Como lo hacen continuamente otros sectores sociales y profesionales sujetos a mayor presión de críticas, limitaciones y exigencia de resultados.

Sin esta “catarsis educativa”, nacida de dentro, difícilmente se podrá entusiasmar a una sociedad para conseguir “que los maestros y profesores sean un cuerpo de élite”, bien pagado, reconocido y respetado.

Isidro05:23, 17/10/2013

Vaya, lo siento, ha salido repetido un montón de veces el comentario anterior. Me dio problemas el sistema para publicarlo y me salía un mensaje advirtiéndome de un error en el envío. Y ahora salen todos. Misterios digitales.

Isidro11:15, 16/10/2013

Angélico, sus sarcasmos no ayudan mucho, créame. Si en algo ando equivocado, con burlas y sarcasmos no saldré de mi error. Puedo andar acertado o desacertado, pero mi intención es aportar algo al debate. ¿Es mejor el silencio o la parquedad en palabras que la participación extensa (aunque ésta pudiera encerrar errores)?

Le resumiré en muy pocas palabras la idea principal de esos comentarios ensayísticos. No es nada nueva: la necesidad es la madre de la ciencia. Por cierto, para ser más exactos: la percepción de la realidad es la madre de la ciencia.
Si esto ha cambiado, si esto ya no es así, me gustaría que alguien me lo probara.
Saludos

Isidro11:11, 16/10/2013

Angélico, sus sarcasmos no ayudan mucho, créame. A mí, al menos, no. Puedo andar acertado o desacertado, pero mi intención es aportar algo al debate. ¿Es mejor el silencio o la parquedad en palabras que la participación extensa (aunque en ésta pudiera encerrar errores)?

Le resumiré en muy pocas palabras la idea principal de esos comentarios ensayísticos. No es nada nueva: la necesidad es la madre de la ciencia. Por cierto, para ser más exactos: la percepción de la realidad es la madre de la ciencia.
Si esto ha cambiado, si esto ya no es así, me gustaría que alguien me lo probara.
Saludos

Isidro11:10, 16/10/2013

Angélico, sus sarcasmos no ayudan mucho, créame. A mí, al menos, no. Puedo andar acertado o desacertado, pero mi intención es aportar algo al debate. ¿Es mejor el silencio o la parquedad en palabras que la participación extensa (aunque en ésta pudiera encerrar errores)?

Le resumiré en muy pocas palabras la idea principal de esos comentarios ensayísticos. No es nada nueva: la necesidad es la madre de la ciencia. Por cierto, para ser más exactos: la percepción de la realidad es la madre de la ciencia.
Si esto ha cambiado, si esto ya no es así, me gustaría que alguien me lo probara.
Saludos

Isidro11:09, 16/10/2013

Angélico, sus sarcasmos no ayudan mucho, créame. A mí, al menos, no. Puedo andar acertado o desacertado, pero mi intención es aportar algo al debate. ¿Es mejor el silencio o la parquedad en palabras que la participación extensa (aunque en ésta pudiera encerrar errores)?

Le resumiré en muy pocas palabras la idea principal de esos comentarios ensayísticos. No es nada nueva: la necesidad es la madre de la ciencia. Por cierto, para ser más exactos: la percepción de la realidad es la madre de la ciencia.
Si esto ha cambiado, si esto ya no es así, me gustaría que alguien me lo probara.
Saludos

jose antonio marina15:36, 14/10/2013

Asociacion Pedagogica Francesco Tonucci: gracias por vuestros comentarios. Me gustaría que todo el mundo conociera lo que estáis haciendo desde hace años en pro de la educación. Sin medios, reuniéndoos los fines de semana, consiguiendo que los niños se entusiasmen tanto por la educación como sus profes, implicando a medio mundo, incluido mi querido amigo Francesco Tonucci. Sois un ejemplo de que la creación consiste en hacer mucho con muy poco. Por eso, ojalá muchos docentes de todas partes conectaran con vosotros. Necesitamos muchas iniciativas parecidas.

Carme Gómez20:12, 13/10/2013

Lo primero un saludo y un agradecimiento por sus aportaciones para ver el proceso educativo de otra forma.
Me gustaría comentar varias cosas, soy maestra que da clases de matemáticas en 1º y 2º de la “eso”. Llevo ya más de treinta años trabajando y , a pesar de eso, sigo teniendo ganas de hacer cosas y de mejorar. Me preocupo por mis alumnos, preparo clases, intento aprender cosas, busco información para mejorar, … y todo esto los traslado a mis alumnos, pero no veo ni en ellos ni en sus familias mucho interés (por ser optimista) y colaboración, no les importa nada. Siempre pensé que era importante que un alumno supiera donde comete el fallo para poder corregirlo, me llevo el trabajo de mirar los ejercicios e indicar los fallos y ni les hacen caso, y lo que es peor aún algunas familias dicen que no se les puede exigir tanto a los alumnos pues tienen mucho trabajo y no tienen mucho tiempo y son pequeños (siempre son pequeños). En matemáticas últimamente no saben operar, pero no se les puedes mandar hacer operaciones porque como existe la calculadora ya no es necesario hacerlas. A los alumnos les cuesta leer y escribir aunque sea poco, llevan 6 cursos haciéndolo pero no se nota, puede que los libros den todo hecho. Nunca se consulta a los trabajadores de la educación, las leyes se hacen desde arriba y sin contar con los que viven día a día la situación real. La escuela pública debería ser apoyada por todos y es la última en tenerse en cuenta. La situación multicultural que debería enriquecer entorpece pues no cuenta con los apoyos suficientes y sobre todo cuando hay centros a los que van “obligatoriamente” pues no les queda más remedio…
Podría poner muchos más ejemplos pero mientras no cambien muchas cosas no mejoraremos en educación. No es cuestión de leyes. Tienen que cambiar muchas cosas en esta sociedad y tenemos que ser todos ( la tribu) los que colaboremos.
Un saúdo.

La Asociación Pedagógica Francesco Tonucci, con sede en Granada somos un grupo de personas “ocupadas” en y por la educación de nuestra infancia y nuestros jóvenes y cuando la calma nos permite disfrutar de propuestas ilusionantes y “con ojos de niño” como las que nos encontramos en este blog el optimismo tan necesario en nuestros días se abre paso entre el pesimismo de los datos y la estadística.

APFRATO nació hace casi una década y desde entonces queremos “sumar”, aportar y proponer siempre pensando en los niños y las niñas.

Estamos con vosotros, estamos contigo MAESTRO JOSE ANTONIO, cuenta con nosotros…

Chapó por quien piensa en ajedrez, dignifica la función docente y celebra su día desde la dignidad de la profesión y el respeto.

Como decía Benedetti: Y porque queremos abrir nuestras puertas:
“hagamos un trato”

“Si alguna vez adviertes que te miro a los ojos,
y una veta de amor reconoces en los míos,
no pienses que deliro, piensa que puedes contar conmigo.
Si alguna vez me encuentras huraño y sin motivo,
no pienses que es flojera, igual puedes contar conmigo.
Pero hagamos un trato, yo quisiera contar contigo,
es tan lindo saber que existes, uno se siente vivo,
y cuando te digo esto no es para que
vengas corriendo en mi auxilio,
sino para que sepas que tú siempre
puedes contar conmigo.”

Angélico00:10, 13/10/2013

Estimado José Antonio,

Enhorabuena por el artículo de parte de un aspirante a maestro tras muchos años como impartidor

Mostrar mi admiración por sus reflexiones, pero sobre todo por leer, que lo hará, los comentarios de su blog que los aspirantes a ensayistas suscriben.

No sé si en ellos hay muchas ideas o pocas, porque leer muchas frases muy juntas no es atractivo para esta mente simple.

Gracias de parte de un docente.

Isidro11:45, 12/10/2013

En una reflexión de prontuario, yo diría que mientras los países que tienen buenas escuelas gozan de muchos y potentes elementos cohesivos, los que estamos en la cola solemos distinguirnos por nuestras abundantes divisiones internas. Italia, por ejemplo, sacudida por constantes seísmos políticos, también tiene una muy mala escuela. Y nosotros, sin ir más lejos, fraccionados en diecisiete autonomías y con un escaso sentimiento patriótico. De hecho, aquí introdujimos la extraña expresión nación de naciones en el texto constitucional para evitar hablar de nación. Ni política, ni religión, ni idioma, ni sentimiento patriótico: a los españoles no nos une nada o casi nada; excepto, cómo no, el fútbol. Veo más banderas de Estados Unidos estampadas en las camisetas de los jóvenes que españolas. Pero claro, las personas hacen piña cuando perciben la necesidad de hacerla, cuando se sienten amenazadas por algún problema exterior. Estados Unidos, la primera potencia del mundo, enemiga de medio mundo, no tiene una buena escuela, pero sí las mejores universidades y la mejor investigación científica (a esas universidades, seguramente, sólo pueden acceder los más dotados de entre las familias ricas). Y, se mire, por donde se mire, el sentimiento patriótico emerge con fuerza en todos los pueblos acuciados por la miseria o algún vecino abusón (o algo por el estilo). Es entonces cuando las gentes de una misma tierra ser hermanan en el sacrificio y en el trabajo comunes. A una gran parte de los españoles le parece que no hay mayor amenaza que la unidad nacional. Es mejor la pluralidad, tan cargada de mitología democrática, pues todo eso de la unidad trae a las mientes la era franquista y colonialista. Ni siquiera el idioma nos une. Y habría que andar mucho para encontrar algún país que sintiese menos respeto por su lengua principal. El maltrato que se le inflige por todos lados me parece que nos retrata como zopencos y obtusos sin remedio.
Nos las hemos apañado, en fin, para que nada nos una y que todo nos fragmente: ni idioma, ni religión, ni política de Estado, ni identidad patria, ni bandera, ni costumbres. Así es muy difícil emprender proyectos de altura y calidad. ¿Nos cabe la esperanza de tener una buena escuela pese a todos estos elementos divisores? Me gustaría pensar y creer que es posible fundar una escuela competente en una sociedad carente de sentimiento patrio, en una sociedad que, como la nuestra, es tan sumamente estúpida que desprecia hasta su idioma, un idioma culto y que usan 400 millones de almas. Me gustaría pensarlo, pero no lo pienso. Mientras los países emergentes sienten una necesidad imperiosa de emanciparse de algún pesado yugo y, para conseguirlo, alimentan y ceban una identidad propia, nosotros no sentimos nada parecido. Al contrario, advenedizos (lacayos), simulamos ser estadounidenses: acogemos su idioma, su bandera, sus costumbres, formas de saludo o fiestas. Somos ridículos, espantajos sin personalidad propia. Nos nos preocupamos en ser fuertes. Nos limitamos a parecernos al fuerte, a imitar su apariencia. En vez de comprar lo propio, vamos a los inefables Mcdonals, compramos baratijas en los chinos y acogemos cualquier moda extraña. Un pueblo sin identidad propia no mira para sí ni para sus propios intereses. No sabe aunar esfuerzos en aras de un bien común. Finlandia, pese a los románticos que la miran como si fuera el paraíso de la progresía, no hace otra cosa que intentar ser competitiva en el mercado mundial, y para ello empieza por la escuela, como es natural. Y es lo mismo que hace cualquier superpotencia. El patriotismo tiene sus peligros, por supuesto. Pero así como nadie ve raro que cada persona tenga un especial amor a su familia, sin que por ello sea sospechosa de odiar a quienes no son de ella, tampoco deberíamos ver raro que, como pobladores y ciudadanos de una misma tierra, amásemos más lo nuestro que lo que no lo es. La ética, bien lo sé, ha de ser ecuménica. No propongo, pues, negar ningún derecho a nadie. Al contrario, ojalá fuera posible un gobierno de alcance mundial para administrar bienes, imponer derechos y erradicar injusticias. Pero esto no quita para que cada cual ame más lo suyo y se sienta a gusto viendo crecer la prosperidad de la tierra que lo parió.
¿Pero qué nos podría unir a nosotros en el futuro? ¿Qué nos podría ayudar a forjar y desear una identidad propia? Quizá la miseria común: el deseo de salir de ella, de evitar la emigración. Pero cuidado, porque la reacción que yo deseo no es ésa que viene con desafueros de nacionalismos violentos; no es ésa que viene con el ceño fruncido y la bota militar, abogando por una unidad nacional que pone el pavor en el cuerpo. Me pregunto si seremos capaces de forjarnos una identidad sin caer en extremismos y violencia. Somos tan aficionados a los extremos…

Isidro12:28, 11/10/2013

Jose Antonio: como bien sabes, no es nada nuevo. Los docentes (como la sociedad y los políticos) andan divididos por multitud de cuestiones. Por un lado están todos aquéllos que firmaron o dieron su apoyo al manifiesto NO ES VERDAD, y, por otro, quienes, con Ricardo Moreno Castillo y otros, nos opusimos a ese manifiesto (en mi opinión, falaz y burdo). ¿Es cuestión de discutir unos con otros hasta alcanzar algún acuerdo? ¿Hasta aprender a acatar la evidencia, se halle ésta donde se halle? Lo único que te puedo decir al respecto es que muchos compañeros y yo mismo discutimos con la otra parte hasta quedarnos afónicos, sin ningún resultado. Cuanto más se discutía, peor. No se dio ni un ápice de entendimiento tras largos meses de discusiones. Quizá la cerrazón fuera mutua, no lo sé. No es que todo aquello no sirviese de nada. Yo aprendí mucho sobre lo que está ocurriendo en las escuelas leyendo a mis compañeros, pero apenas nada de lo que dijeron nuestros rivales dialécticos me pareció razonable. Y lo mismo se podría decir de esos rivales respecto de lo que mantuvimos nosotros. Al final, todos terminamos más convencidos de la bondad de nuestras ideas iniciales. Es obvio que una de las dos partes lleva más razón que la otra, porque no es posible que sea verdadero X y NO X. Si discutir no nos sirve de nada (no para cambiar las ideas del otro), ¿qué podemos hacer? ¿Qué otra solución hay? De verdad que es algo que me desconcierta y me preocupa mucho. Habrá que insistir más, no digo que no, pero uno acaba con la sensación de que esto cambiará, desgraciadamente, por otra vía que no incluya el diálogo.
En el campo de batalla sigue la controversia sobre si el fracaso en la educación se debe a que seguimos con esquemas tradicionales (que los oponentes llaman franquistas) o si se debe a todo el sistema ha perdido autoridad (padres, maestros, la misma escuela…) y se ha rebajado el nivel de exigencia de forma alarmante. Hemos igualado a todos por abajo, y no es eso lo que se hace en las escuelas de mayor nivel del mundo. Pero en cuanto propones una escuela exigente, son muchos los que te acusan de desear una escuela elitista, clasista, sólo apta para familias ricas. Si hablas de competición, te recuerdan que el capitalismo es un lobo feroz y cruel; y que, además, competir es cosa de machos. Si argumentas que aprender algo incluye la memoria (también el entendimiento), te replican que la memoria no es necesaria; que lo importante es saber buscar información, que eso de aprender las cosas de memorieta es erróneo y caduco. En las escuelas chinas, sin embargo, cada día el alumno ha de memorizar un poema. Etc., etc. Los seguidores de las pedagogías progre desean a ojos vista una escuela de la facilidad y la felicidad.

Yo creo que nuestro principal problema es que durante mucho tiempo hemos vivido bien o muy bien, creídos de que podíamos vivir bien metidos en una especie de burbuja que nos apartaba del mundo cruel, donde no fuera necesario competir, dar órdenes a nadie y trabajar de firme. Ahí tenemos en youtube ese documental cargado de sofismas y mentiras llamado La Educación Prohibida, que, no obstante, ha sido todo un éxito. Es mucha la gente que desea oír que podemos vivir sin esfuerzo, en un mundo feliz de sonrisas y colaboración, todos a pie de igualdad, en arcádica armonía. Ayer vi un fragmento de documental en la 2 sobre pueblos indígenas. Los niños buscaban tarántulas gigantescas para comérselas. Aquí -por lo menos hasta hace cuatro días en casi todas las casas- los niños podían elegir para merendar entre más de diez o veinte sabrosos productos. Esa facilidad extraordinaria para tener todo lo necesario y lo superfluo nos ha hecho perderle la cara a la realidad. Pero creo que deberíamos reflexionar sobre un hecho bastante significativo; terrible, sin duda. Los países que hoy están a la cabeza del mundo en economía y educación son países que se sienten amenazados por algún peligro exterior, o que están deseosos de liderar el mundo. Ambiciosos en cualquier caso. Temerosos o ambiciosos, o ambas cosas. La historia de Finlandia es la de una nación que quiso emanciparse del coloso ruso, para la cual no dudó en invertir grandes esfuerzos en educación. El deseo de los finlandeses era y es ser una potencia económicamente competitiva. Corea de Sur también ha sentido un ardiente deseo de prosperar tras largos años de guerra y miseria. Ellos piensan que todo en la vida es competición. China es igualmente ambiciosa. Y los alemanes, y los japoneses… Nosotros creemos en los milagros: creemos que se puede vivir bien sin necesidad de tener una escuela competitiva y una mentalidad ambiciosa. La ambición y la competición nos parecen cosas malas, propias de un darwinismo nocivo y protervo. Lo malo es que basta con que haya quienes no sientan esas aprensiones o escrúpulos para que, al cabo, nos veamos sometidos a ellos, bien en lo político, bien en lo económico, y eso tampoco es bueno. No hay más que echar un ojo al mapamundi para comprobar que el mundo es de los competitivos y los ambiciosos. No hay manera de librarse de la competición. Una sociedad civilizada tendrá que asistir a los necesitados y menos pudientes. Desatenderlos es propio de bárbaros. Pero para poder atender al necesitado es preciso disponer de recursos materiales y humanos que sólo se pueden conseguir si nos enfrentamos al mundo con realismo, sin perderle la cara, sin dejarnos seducir por bucólicos sueños de una vida sin competición. Nuestras sociedades deberán encontrar el equilibrio entre la necesidad de competir y la necesidad ética de atender al necesitado. Ni a lo uno ni a lo otro debemos ni podemos renunciar.
Mientras aquí sigamos creyendo en los milagros y empeñados en que la vida y la escuela es y debe ser un algodonoso camino al paraíso, jamás sacaremos los pies del costal. Son demasiados los que creen que la vida es dura porque en ella hay competición. No es así (o es sólo una verdad a medias): hay competición porque la vida es dura. Cuanto más se lo tratemos de ocultar a nuestros niños y jóvenes, peor nos irá.

jose antonio marina20:37, 10/10/2013

Isidro, es verdad lo que dices: nos quejamos de que los políticos no hacen un Pacto de Estado por la educación, pero los docentes tampoco lo haríamos. He dicho muchas veces que debemos comenzar por un Pacto social por l educación, ponernos de acuerdo en cosas muy fundamentales, que además son comprobables, desenredar las marañas que muchas veces son lingüísticas, aclarar los conceptos. Esto supone que los docentes estemos dispuestos a reflexionar seriamente sobre muchas cosas que nos parecen evidentes. En una palabra, aprender. Sería un escándalo que nosotros -que nos empeñamos en motivar a los alumnos para que aprendan- no fuéramos capaces de motivarnos a nosotros mismos para aprender. Sobre la autoridad, seguiremos hablando.

Isidro12:25, 10/10/2013

José Antonio: entiendo lo que quieres decir, y me parece muy bien que alguien se decida a barrer la casa, porque, si no, el uno por el otro, la casa, sin barrer. Pero es que pienso que hay piedras que sólo se pueden mover si empujamos a la vez y en el mismo sentido. La autoridad del docente depende en grandísima medida de la autoridad del padre. El herrero puede forjar hierro si éste está caliente, pero no si está frío. Análogamente, el docente puede enseñar si el niño ya viene previamente educado en lo básico por los padres. Machacar en frío es inútil. ¿Cómo puede el maestro imponer su autoridad si cuando se pone un poquito serio con el alumno indisciplinado sabe que es muy probable que el padre vendrá buscando bronca? ¿A quién se arrimará el alumno: al maestro o a su padre? Esta disociación entre padres y maestros es mortal de necesidad, Jose Antonio. Es tan dramática como cuando, en un matrimonio, un padre, por sistema, le quita la razón al otro delante del niño. Es evidente que el niño siempre estará de parte del padre más permisivo.
Aquí no acaban nuestras dificultades. El otro día dijeron en el telediario que España había sacado la peor puntuación en una prueba internacional que medía la competencia en lectura y matemáticas en personas de entre 16 y 65 años. Este fiasco sólo es posible en una sociedad que lo está haciendo rematadamente mal. Los países mejores, los de siempre: Japón, Finlandia… Lo estamos haciendo mal en todos los órdenes. Todas la piezas están mal encajadas. Yo, durante varios años, formé parte de un blog compuesto por maestros y profesores que quisieron recuperar la autoridad perdida. Creo que no conseguimos nada o casi nada. Y tú sabes perfectamente por qué. En primer lugar, porque el cuerpo de docentes está tan dividido en ideas como lo están nuestros políticos (los del y tú más). Es el drama de España: la incapacidad patológica para llegar a acuerdos básicos en materia de educación. La derecha y la izquierda irreconciliables. ¿Cómo pueden los docentes recuperar la autoridad si ya partimos del hecho de que la inmensa mayoría de los docentes siente fobia por el término autoridad? Aquí, por autoridad en la escuela, se entiende despotismo del maestro. Quienes la reclamamos acabamos siendo tildados de franquistas por gran parte de nuestros lectores, por gran parte de los mismos docentes. Quizá creáis que exagero, pero para mí tengo que sé de qué me hablo. En estas mismas páginas lo puedes comprobar. No hay un aplauso cerrado ni mayoritario cuando alguien reclama la necesidad de recuperar la autoridad. Las objeciones están en la punta de la lengua de muchos. La autoridad es mala en sí, quien recurre a ella ha fracasado como educador. Es lo que creen muchos.
El patio está dividido entre los que creemos en la necesidad de recuperar la autoridad y entre quienes o bien no sienten ninguna simpatía por la autoridad del maestro (por avecinarlo con el franquismo) o bien creen que se puede y deber recuperar con las solas armas del diálogo, la motivación y la simpatía con el alumno, sin necesidad de echar mano jamás de potestad alguna, sin necesidad de imponer nada a nadie.
No sólo eso. Pregunta, Jose Antonio, a tus colegas sobre si la escuela debe ser competitiva. Vas a encontrar, nuevamente, un patio muy dividido. ¿Podemos alcanzar la excelencia sin necesidad del competir con el otro? Es curioso que haya tanta gente que aborrezca de la palabra competición entre alumnos y esa misma gente bendiga la tremenda competitividad establecida por el sistema para los aspirantes a docentes en Finlandia. Antes o después la escuela ha de estimular la competitividad entre los alumnos, no por el deseo frívolo (aunque muy humano) de ganar al otro, sino de alcanzar la excelencia personal a través del reto de superar los límites que otros alcanzan. ¿Por qué? Porque suele ocurrir que el nivel más alto en lo que sea no lo posee uno, sino otros. Yo imagino que tú, J. Antonio, no estás en contra de una escuela competitiva (no hablo para los primeros cursos de Primaria), como lo demuestra el hecho de que desees introducir el ajedrez en ella. En Japón hay una enorme presión por parte de los padres para que sus hijos saquen las mejores notas. Y lo mismo cabe decir de China, Corea, etc. Aquí seguimos aturdidos por los cánticos estupefacientes y bienintencionados de la LOGSE: no a la competición entre alumnos, sí a la colaboración y cooperación. Y no estoy diciendo que saber colaborar no sea bueno. No, no, de hecho, las sociedades más competentes y competitivas son también muy colaboradoras. Las grandes empresas científicas, ingenieriles, etc., sólo se consiguen si quienes las levantan saben colaborar con otros profesionales. La competición no excluye la colaboración. Insisto, si preguntas, verás que muchos docentes son reacios a una escuela competitiva por parecerles un resabio del capitalismo y, si me apuras, del machismo.
Son también muchos los docentes que desean una escuela de la diversión y la motivación, donde no se precise del esfuerzo y la fuerza de voluntad. Al niño hay que ayudarle a hacer los deberes. Al niño no hay que suspenderlo porque si se le suspende se frustra y abandona los estudios. La verdad es otra. Jamás ha habido tantos incentivos y facilidades para que los críos estudien y permanezcan en la escuela, y jamás ha habido tantas deserciones y fracasos. La escuela blandengue que tantos propugnan es un fracaso: desaliente, no estimula, empereza… Cierto es que deberemos evitar los extremos, eliminar los elementos escolares demasiado duros, pero creer que la escuela ha de ser un camino de pétalos de rosa, es la mayor estafa en la que podríamos creer. Como dice Emilio Calatayud, la escuela siempre ha sido un tostón. Es que no se puede evitar que sea un tostón. A los coreanos no les importa que lo sea. Es que la vida es dura y trabajar, a menudo, un tostón. Siempre ha sido dura. Es duro estudiar y tener que competir con otros, pero más duro es llevar una vida de miseria, o trabajar en tareas peligrosas y extenuantes. Del tostón no nos libraremos. O bien estudiamos de firme o bien, como nos va a ocurrir a nosotros, engrosamos las listas del paro, de la inmigración o la miseria. Queremos que nuestros hijos y alumnos sean felices siempre, ahorrarles el esfuerzo que exige la escuela competitiva. Y encima creemos que podrán alcanzar la excelencia entre risas y diversión perpetuas. Los padres llevan a sus hijos a clases de guitarra o piano no para que aprendan de firme guitarra o piano, sino para que sean felices. Y la mayoría -esto lo sé de primera mano- no son felices tocando la guitarra, por la sencilla razón de que no logran tocar ninguna pieza como Dios manda. Se aburren. No soportan el esfuerzo. Quieren llegar y besar el santo. Mi hermano, muy conocedor del paño, me cuenta que cada vez es más y más difícil encontrar un alumno que escoja el repertorio clásico. Escogen ellos mismo lo que quieren tocar (temas de pop-rock) y, encima, cambian de pieza mucho antes de llegar a dominarla. No podemos gozar de nuestras capacidades si antes no las cultivamos con tesón y esfuerzo. La recompensa más grande está al final, no al principio de cualquier empresa. Esperar que cada paso en el aprendizaje haya de ser divertido es un disparate.
La obsesión porque la escuela sea divertida y fácil nos ha llevado al marasmo en que nos encontramos.
Lo que está ocurriendo en las Juntas de Evaluación es de escándalo. Lo sé por lo que me cuenta un gran amigo mío, profesor de la ESO. Son muchos los docentes que acaban concediendo el aprobado al gandul, al que no ha hecho nada, al parásito que sabe que, a poco que trabaje, siempre habrá un alma caritativa que le regalará el aprobado y el título. Todavía seguimos creyendo que lo importante es que ese chaval que no dio palo al agua tenga su titulo; todavía hay demasiados que creen que la cuestión es tener un título que enseñar al empresario, aunque ese título no acredite nada o casi nada. Todo esto me lo cuenta un profesor optimista, dotado de gran autoridad en clase, muy inteligente, pero también demasiado honrado como para presenciar este escándalo sin indignarse. La última vez que quise hablar con él por correo del estado de la educación me dijo que la educación está perdida, que no hay nada que hacer.

Todas estas cosas y muchas más nos dividen, Jose Antonio. Divide y perderás, podría decirse en este caso. No hay acuerdo en casi nada. Frente a los que creemos en una escuela realista; esto es, una escuela precisada de autoridad (paterna y docente), competitiva, dura, exigente, meritoria (aunque, obviamente, humanitaria), se alza un ejército innúmero de padres, docentes y políticos que nos tildan de franquistas, que creen que el niño es un pobrecito inútil al que hay que ayudarle a hacer los deberes, facilitarle el aprobado y regalarle el título. Un ejército que abomina de términos como competición, reto personal, esfuerzo, fuerza de voluntad, etc.
Si todo esto que digo es falso o exagerado, el tiempo lo dirá. Me apuesto con quien sea una buena cena a que dentro de cinco años seguiremos igual; es decir, empeorando. ¿Estoy proponiendo que nos crucemos de brazos? No. Yo sigo dando la matraca a quien me quiera oír. Hasta donde puedo, sigo al pie del cañón. Y sigo defendiendo donde me pongo la escuela en la que creo, la educación en la que creo. Pero esto no es óbice para que entienda que lucho por una causa perdida, más por dignidad y caballeresco sentido del deber que por esperanza. Ojalá me equivoque.

jose antonio marina18:58, 09/10/2013

A Luis Sáez: gracias por el enlace, todavía no he tenido tiempo de verlo a fondo. En cualquier caso, lo cierto es que Salman Kahn revolucionó la forma de enseñar matemáticas, no deja de ser sorprendente cómo el joven ingeniero pasó de explicar matemáticas por teléfono, a grabarse a sí mismo y subir los vídeos a Youtube, y de ahí llegar a fundar una gran academia.

Vicente: felicidades por el blog, es estupendo que tantas personas se interesen e investiguen sobre la educación. Desde luego, han de cambiar todos los elementos de la educación para que esta mejore, pero por alguno hay que empezar, y hay muchos docentes interesados y dispuestos.

Carolina Montibeller: estupendo, Carolina. Si lo deseas puedes compartir con nosotros experiencias pioneras o exitosas que se estén llevando a cabo en tu país.

Ana Viñals y Agustín Galán : gracias a los dos, en esas estamos.

jose antonio marina18:56, 09/10/2013

Isidro: Al margen de que por supuesto que hay excelentes maestros, tienes razón en que se debe mejorar la formación y aumentar los criterios de admisión al magisterio (en el caso de Finlandia, solo uno de cada 10 aspirantes, ya de por sí los mejor preparados, es admitido a realizar estos estudios) También comparto la idea de que hay que recuperar la autoridad, mis 3 últimos posts han ido por ese camino. Sobre cuándo llegará la hora del docente, si lo que queremos es que llegue, ¿por qué no damos nosotros el primer paso? Es cierto que necesitamos la colaboración de las familias y de toda la sociedad, pero alguien tiene que dar el primer paso, por eso he puesto en marcha esta iniciativa y otras. Hay que iniciar la movilización educativa.

Maria Angélica: gracias por tus palabras de ánimo. Esa es, precisamente, la idea de este blog. De hecho, en estos momentos estoy iniciando una investigación colaborativa sobre los beneficios del ajedrez en la educación.

Purificación: por supuesto que existen docentes excelentes. Desde este blog me gustaría llegar a todos ellos, para apoyarlos y aprender de sus experiencias.

mar botia lópez23:12, 08/10/2013

Estoy completamente de acuerdo contigo José María. Soy docente, interina (pero no ignorante ni maestra de menor calidad que un definitivo). Soy madre de tres hijos en edad escolar.
Es cierto que existe el mal profesor. Pero yo conozco una gran mayoría de buenos docentes que por muy diversas causas no les dejan ejercer su vocación ni llevar a cabo sus planes de renovación pedagógica, etc. Unas veces los padres se echan encima porque el pro fe se sale del programa, otras es el sistema el que no te deja y otras tus propios compañeros, que les vas a dejar mal.
Somos un cuerpo desmembrado, sin nada de corporativismo, sin unión, donde cada uno va a lo suyo. Y si realmente queremos una revolución docente lo primero que hemos de hacer es unirnos y apoyar nos los unos a los otros. La unión hace la fuerza.

jose antonio marina15:25, 07/10/2013

Respuesta a Carmen: ¡Claro que muchas escuelas son reductos de excelencia vital! Tenemos que dar a conocer esos triunfos docentes. Se trata de ir creando una cultura en que los malos profesores irrecuperables se cansen y se marchen, y los malos que deseen mejorar tengan la posibilidad de hacerlo. Todos necesitamos ánimo cuando estamos decaídos. La llamada a la excelencia es un gran estimulante. Venimos de fábrica deseando tener una vida cómoda, pero necesitando también una vida noble.

jose antonio marina15:16, 07/10/2013

Perdonad mi retraso en contestaros. Ha habido problemas informáticos. Contexto a Teresa: te tomo la palabra. Precisamente, el objetivo del CEIDE es servir de lugar de reunión de personas decididas a colaborar para mejorar la educación. Seguiremos en contacto.

Isidro11:39, 07/10/2013

Hola, Purificación.
Gracias por tus palabras. No quise dar a entender que todos los maestros sean mediocres o que tengan una formación mediocre, ni mucho menos. Conozco algunas maestras excelentes, magníficas. Pero sí que creo que Magisterio da una formación muy pobre. Luego, cada cual se puede preparar más por su cuenta o ampliar su formación académica. Verás, hace años, cuando todavía trabajaba como psicólogo, conviví con un maestro muy joven en un piso de alquiler. Emilio se llamaba. Emilio me confesó que él decidió estudiar filología porque tener Magisterio era -así lo dijo- como no tener casi nada, que se podía sacar con muy muy poco esfuerzo. Creo que Magisterio debería ser mucho más selectivo. Insisto, esto no quita para que haya, porque los hay, excelentísimos profesionales de enorme valía. Yo siempre he defendido a los maestros y profesores de los ataques ciertos sectores pseudoprogresistas, recelosos de toda autoridad, que culpan al maestro del fracaso educativo. Pero una mejor formación académica de base me parece imprescindible.

La práctica que he referido; esto es, delegar en los padres tareas que competen exclusivamente al alumno o al maestro, es de una gravedad extrema. El maestro que pide ayuda a los padres para que expliquen la lección o conceptos a los niños, está desprestigiando su propia labor y profesión, pues está reconociendo que no es necesario cursar Magisterio y otros cursos para hacer de maestro o ser maestro. Es una claudicación espuria muy lamentable que no trae más que perjuicios a todo el mundo; en especial al alumno.

La enseñanza es un engranaje muy complejo, compuesto de muchas partes. Si no hay concierto entre ellas, no podemos esperar gran cosa. Todas tienen que funcionar en consonancia a las demás. La hora de los docentes llegará, creo, cuando también le llegue la hora a cada parte del engranaje. Cuando el padre ejerza de padre, el maestro de maestro y el alumno de alumno. ¿Qué hay que pedirle a los padres para que la cosa empiece a funcionar como una máquina bien engrasada y compuesta? No que ayuden a sus hijos a hacer los deberes y se los corrijan, etc. No, lo que hay que demandar a los padres es que eduquen a sus hijos, que les enseñen a respetar y a obedecer a los maestros. Si la tarea de los maestros en Finlandia, Japón, Corea, etc., es mucho más grata que por estos lares es, precisamente, porque los niños ya van educados y aleccionados a la escuela. Es exactamente lo que ocurría en mis tiempos mozos. Los padres nos aleccionaban en este sentido. Y, sí dábamos guerra en clase, el maestro podía contar con que nuestro padre nos amonestara o castigara. Hoy esto no pasa. Y no pasa porque, créeme amiga Purificación, esos padres (la mayoría, no todos, como siempre) no son capaces ni siquiera de educar a sus hijos para que los respeten a ellos. A los tres años, muchos niños de este país ya tiene bajo el brazo un título de Emperador que nadie osa arrebatarle. Por eso se han hecho necesarios esos programas de Supernanis y de Hermano Mayor. El desbarajuste que hay en las casas es mayúsculo. Esto también lo ha explicado muy bien el juez de menores Emilio Calatayud. Yo, por mi parte, me he llegado a cansar de predicar en el desierto. Mil veces habré dicho que los niños deben ir ya educados a la escuela, igual que van peinados o desayunados. Si el maestro se tiene que ver en el brete de educar y enseñar a partes iguales, le estamos cargando la espalda con un fardo demasiado grande. Nos hemos equivocado de principio a fin y así nos va. Empecemos por el principio. Empecemos por exigir al padre que ejerza su autoridad (que no excluye la potestad, como demasiados creen) para hacerse respetar por el hijo. Y luego que ese padre enseñe al hijo a respetar al maestro. Esto no se consigue con varitas mágicas, sino con los instrumentos educativos que siempre han empleado los padres. Hoy creemos que tenemos y podemos que razonar con un niño de tres o cuatro años, o que hay motivarlos, seducirlos y engatusarlos en cada cosa que deben hacer. Qué disparate. Pero ya hay muchas madres que se están desengañando de tanta pamplina. Hace unos días hablaba en el parque de los críos con una madre que me decía que ella nunca castigaba a su hijo, que se limitaba a reforzar lo que hacía bien. Lo malo -me reconocía con cara compungida- es que ya no tenía casi nada que reforzar. En fin, esperemos ir recuperando el sentido común.
Saludos.

Maria Angélica Silva03:24, 07/10/2013

Que sincera, sabia y oportuna reflexión!! que resulta ser una realidad globalizada, salvo honrosas y mínimas excepciones. La reivindicación del docente, tanto ética, moral, y económica es prioritaria. Así como la elaboración y promoción de un currículo que de cuenta de los cambios vertiginosos que sustenten su formación profesional, que le permita dar respuesta a demandas propias de las nuevas generaciones, de las que muchas veces los y las docentes están lejanos de la información, conocimientos y tal vez la comprensión que son desafíos para esa necesidad.
Gracias por este espacio, quizás juntos podamos ir buscando puntos en común, y actuar en consecuencia

Maria Angélica

Purificación22:30, 06/10/2013

Me ha gustado el artículo , pero me ha gustado mas el comentario de Isidro , estoy completamente de acuerdo contigo , menos en que los maestros están mal preparados.Como siempre las generalizaciones no son buenas. Hay maestros muy preparados y preocupados y otros cansados y aburrido de tanta falta de respeto, de la poca valoración de nuestro trabajo y por supuesto de la falta de apoyo del sistema.

Luis Sáez22:14, 06/10/2013

Frank Noschese lo llama pseudoteaching no pseudociencia. Disculpen el lapsus.

Luis Sáez21:58, 06/10/2013

¿El fundador de Kahn Academy, Salman Kahn el mejor profesor del mundo? No estoy de acuerdo.
Frank Noschese lo explica aquí de forma genial. Él lo llama pseudociencia.
http://fnoschese.wordpress.com/2011/03/30/khan-academy-is-an-indictment-of-education/

Vicente Bou Ayllón18:25, 06/10/2013

Los profesores son parte importante del sistema educativo, sí, pero no son el sistema. Un sistema lo forman sus partes y las interrelaciones entre ellas. El sistema ahora no satisface a nadie y tiene un inmenso coste de oportunidad (déficit de crecimiento integral de quienes pasan el proceso de “escolarcelación”). Reformando todas sus partes e interrelaciones es como se le puede hacer evolucionar. Si no lo hacemos nosotros, lo harán las nuevas tecnologías por nosotros y el cambio será más traumático (ejemplo: gafas Google Glass en cada alumno en el aula). Si sólo reformamos una parte del sistema (por ejemplo, el profesorado) el resto de partes y sus interrelaciones harán que la reforma no alcance todo el impacto previsto. Podemos parchear el edificio año tras año o podemos construir uno nuevo más racional y humano. Si quieres conocer el nuevo edificio que ya está en marcha visita… http://nuevosistemaeducativo.blogspot.com.es/

Slds, Vicente http://www.vicentebou.com

Carolina Montibeller16:40, 06/10/2013

Estoy totalmente de acuerdo contigo, soy uruguaya pero me siento muy identificada con lo que planteas; tanto que me sorprendió.
Esperemos que esta revolución si se produce, sea a nivel mundial.

Isidro23:12, 05/10/2013

Excelente este artículo, Jose Antonio.
Pero permíteme que diga algo que va a sonar chocante o disparatado. Es verdad que la calidad del sistema educativo dependen en gran medida de la calidad del profesorado. Yo diría que, muy especialmente, del cuerpo de maestros. El fracaso se cuece ya en Primaria, en los primeros años. El nivel de los maestros es realmente muy bajo. Es cierto. Pero yo añado lo siguiente: la calidad del sistema educativo depende (también) en gran medida de la calidad del alumnado. Cualquiera de nuestros docentes de nivel medio rendiría muchísimo más si los alumnos llegasen a casa educados. ¿Por quién? Obviamente, por sus padres. La principal tarea de educar, civilizar y urbanizar recae en los padres. Pero esta tarea se está delegando en los maestros y profesores. La inversión de funciones no para aquí. Sé de muchos padres (es especial quienes tienen estudios superiores) que se ven en la obligación hacer los deberes a sus hijos, aparte de explicarles como buenamente sepan la lección. Lo he comprobado preguntando a mis amigos con hijos. Todos, absolutamente todos mis amigos, explican, hacen o rehacen los deberes de sus hijos. Uno de mis amigos me dijo que su hijo tiene 148 de CI. Da igual: todos los días se ha de pelear con el niño a la hora de los deberes.

Esto no sólo lo sé por lo que me cuentan mis amigos y conocidos. Hace unos años, el párroco de mi pueblo pensó que los chavales podían beneficiarse de un par de horas de estudio en el aula después de la escuela. Durante esas dos horas los críos debían hacer los deberes y, si les quedaba tiempo, estudiar. Se formó un grupo de unos quince críos, de diferentes edades. Me encargaron a mí esta tarea (soy psicólogo). Al cabo de unos días, varios chiquillos me dijeron que las maestras estaban molestas porque los alumnos llevaban los deberes peor hechos que hasta antes de hacer el curso. Me quedé extrañado. Al fin, caí en la cuenta. Le pregunte a los chavales si antes del curso sus padres les ayudaban a hacer los deberes. Me contestaron que sí. Cuando hablé con las maestras les expliqué que la cuestión no era que ahora los hicieran peor, sino que antes ellas (las maestras) corregían deberes hechos por los padres de sus alumnos. Ellas me replicaron que no tenían tiempo ni recursos para explicar todo a los alumnos, que necesitaban la ayuda de los padres. No me satisfizo esta explicación. A mí jamás me explicaron la lección mis padres y saqué bien los estudios. Convoqué a los padres y les recomendé que dejaran de hacerles los deberes a los críos, pues con eso no les hacían ningún favor. Ellos me contaron, entre otras cosas, que unos deberes bien hechos contaban para la evaluación continua. Obviamente, los padres querían que sus hijos sacaran las mejores notas.

Estoy convencido que es esto está muy generalizado y que es más grave de lo que parece.
1. Muchos padres, después de una larga jornada de trabajo, se ven en la obligación de explicar la lección, revisar, supervisar y rehacer los deberes de los hijos, yugo que les genera estrés y es causa de muchas discusiones familiares. Si confiamos a los padres estas tareas propias de los profesionales es porque tenemos en poco, en muy poco, la labor especializada del docente. Si creemos que cualquier padre con estudios universitarios, pero carente de estudios pedagógicos y de ciertos contenidos teóricos, puede hacer de docente, mal negocio.
2. Los niños no se esfuerzan al hacer los deberes. Saben que saltan con red. Si algo hacen mal, no hay problema: el papá lo corregirá. El chiquillo sabe que el maestro no le llamará la atención por hacer mal los deberes, y sabe que siempre obtendrá buenas notas en los deberes.
3. Los maestros no reciben una realimentación correcta de las deficiencias de sus alumnos. En consecuencia, no creerán necesario explicar a la clase cuestiones y dudas que quedarían en evidencia si los alumnos hicieran los deberes sin ayuda paterna. Una cosa es que los padres tomen la lección al hijo, cosa que me parece bien, o que, si son muy pequeños, les enseñen a leer, etc., y otra, muy distinta, es que hagan las veces de maestros en toda la extensión de la palabra.

Jose Antonio, me gustaría que indagases un poco este problema, si acaso no lo conocieras ya. Robert Mckenzie, conocido terapéuta educativo, ya denuncia estas nocivas prácticas paternas en sus libros. Es una práctica extendida en muchos hogares de Estados Unidos, y, seguramente, de otros países occidentales.
Los padres no están para hacer de maestros ni los maestros para hacer de padres. Los padres deben educar (en el sentido de civilizar, urbanizar, ensañar a respetar, etc.). La principal función del maestro es enseñar. Obviamente, educar y enseñar son tareas que, en muchas ocasiones, se funden y se hacen casi indistinguibles, pero creo que todos entendemos bien lo que quiero decir. La calidad docente de los maestros es baja (no por culpa de ellos sino del sistema). La calidad de nuestros alumnos es también muy baja. Y lo es porque los padres hacen lo que no deben hacer (de maestro) y dejan de hacer lo que les corresponde hacer (de padres). Son muchos los padres los que delegan en el maestro la educación del hijo. Piensan que eso de educar es tan complicado que compete a profesionales. Insisto, aquí hay una inversión de tareas punto menos que demencial.
Cada vez que hablo con mi hermano (profesor de guitarra en su propia academia de música) me cuenta que todas las madres con las que habla están agobiadísimas con sus hijos. No porque no los quieran, ni mucho menos. Al contrario: los padres de hoy se preocupan tanto de procurar felicidad al hijo que menudean los cumpleaños, los juguetes, los regalos, las sorpresas. Y, por supuesto, quieren aliviarles de las cargas de la escuela. Se sienten incapaces de presionar y ordenar al hijo que haga los deberes él solo, como así ha sido siempre.
Los alumnos finlandeses son los más callados del mundo. Los nuestros, de los más ruidosos de Occidente. La calidad del sistema educativo depende en gran medida, sí, de la calidad del profesorado, pero, como digo, también de la calidad de los alumnos. Los alumnos finlandeses (o coreanos, chinos, alemanes, japoneses…) ya van educados a la escuela, en el sentido mínimo de que han aprendido a escuchar y obedecer a sus maestros. Como aquí tenemos alergia a palabras inocuas como autoridad, obedecer, etc., por avecinarlas con todo el campo semántico de la tiranía y la dictadura (por temor a los abusos de autoridad, nos hemos cargado la autoridad en sí), los padres de hoy hacen mal su trabajo. Están cargados de buenas intenciones pero también de malas teorías. Un maestro finlandés obtendría muchos menos éxitos educativos si tuviera que lidiar cada día con los vocingleros alumnos españoles, cuyos padres, confundidos hasta la tonsura por ideologías pseudoprogresistas, no les han enseñado a respetar nada o casi nada. Un maestro español obtendría muchos más éxitos (o menos fracasos) educativos si su cometido fuera dar clase a alumnos finlandeses, callados y reservados, cuyos padres, esto es evidente, les han enseñado desde muy pequeños qué significa respetar al maestro y al adulto.

Disculpa que me haya extendido tanto. No hallo manera de explicarme con menos palabras.

Ana Viñals18:35, 05/10/2013

Amén. Muy bueno el post. Comparto totalmente la opinión del autor hacer falta una “revolución educativa desde el profesorado”.

Agustín Galán10:25, 05/10/2013

Completamente de acuerdo con el planteamiento. Es necesario que nos organicemos, pasemos a la acción y planteemos iniciativas concretas. No podemos seguir dejando la educación en manos de los políticos. En efecto, se entretienen con las leyes pero dificultad el desarrollo educativo ajustado a los tiempos en los que estamos y, de manera indirecta, todo recae sobre el voluntarismo de los docentes. Da igual el nivel educativo al que nos refiramos, hablo desde la Universidad. No es posible. Como dice el profesor Marina “contad conmigo”. Hagamos algo. reunámonos, (eso si, por favor, dediquemos a los lamentos solo unos minutos y a partir de ahí pensemos juntos para construir juntos). Ganas de mejorar, optimismo y sentido práctico.Saludos.

José Mª Sequeiros Madueño10:20, 05/10/2013

Le felicito por laserie de articulos sobre la educación, profesores y estudiantes en relación al ejercicio de la autoridad ,aprovechamiento, y mérito.
¿ No cree que el sistema actual de oposiciones para toda la vida del magisterio y profesorado puede ser el cancer que no ayuda al mejoramiento , proyección y puesta al día de la educación ?
¿ Se podría investigar que tal en la Universidad haya grados dentro de los profesores de magisterio ?

Carmen Pellicer09:17, 05/10/2013

Tienes razón… Es hora de cambiar… En una sociedad cansada de la corrupción y el derroche, de la demagogia y el individualismo, la gente normal tenemos hambre de esperanza, y solo nos la puede devolver una transformación profunda de valores que se encarnen en comportamientos coherentes, justos y comprometidos, y que persigan, no solo el bienestar del propio ombligo, sino el bien común. Y ese cambio solo lo podemos protagonizar en la escuela, que tiene la oportunidad de educar las mentes y entrenar las virtudes de las generaciones que serán responsables de liderar otro futuro.
Como es también mi día de fiesta, hoy no toca hacer muchos análisis, sino celebrar agradecida que también aquí, en nuestras escuelas, compartimos las aulas con muchos buenos maestros y maestras que se dejan la piel y la paciencia manteniendo el rumbo a pesar de las tormentas que otros provocan… Es cierto que tenemos mucho que aprender, que siempre nos quedamos insatisfechos porque con más recursos, más formación y más apoyo y reconocimiento explícito a nuestro trabajo seríamos mucho más eficaces. Pero ese cambio de óptica exige hoy celebrar que hacemos muchas cosas bien: Para muchos de nuestros alumnos somos un referente alternativo a la mediocridad intelectual y la mezquindad moral que están invadiendo el imaginario colectivo… Somos la conciencia educativa de la sociedad especialmente porque les dejamos insatisfechos, inconformistas, necesitados de una vida mejor. Muchas de nuestras escuelas son pequeños reductos de excelencia vital, y nosotros, los buenos docentes somos los guionistas, directores y un poco también actores de los escenarios donde disfrutan de una vida feliz que les deje memoria de lo que el mundo podría ser si todos volviéramos a la escuela…
¡¡me voy a por una tarta para celebrarlo… felicidades!!

Teresa Paz16:57, 04/10/2013

Una muy buena reflexión.
Hace tiempo que vi a Marina en unas jornadas de bibliotecas escolares en Santiago. Me encantaron sus ideas, su elocuencia , su sencillez en la comunicación.
Desde entonces lo sigo en sus blogs, a través de sus libros he aprendido mucho y he visto reflejados mis puntos de vista sobre la educación, pero no estoy tan dotada para la palabra como Marina y no lo sé decir tan bien.
Me considero una de esas profesoras a las que se refiere: maltratada, casi sola, incomprendida en sus métodos que cambio según el grupo de alumnos y que producen resultados muy buenos en los niños, eso es lo gratificante.
Me gustaría que si de alguna manera puedo colaborar en la difusión de corrientes innovadoras en educación, hacerlo. Por eso me dirijo a usted, Si necesita hacer alguna invesigación me ofrezco a llevarla a cabo dentro de mi aula, o para colaborar de la forma en la que humildemente pueda.
Tengo que decir que tengo 36 años de experiencia en la docencia y por mis palabras se puede deducir que no soy “tradicional” He tratado de evolucionar para que mis clases sirvan para formar personas, no máquinas de producción.
Creo que a los nuevos profesionales que llegan a la educación también les falta una formación adecuada. Los practicum, como bien dice Marina, son un puro trámite, y esto no debería ser así. Se sigue calificando la memoria de los alumnos no sus competencias. El profesorado necesita formación y un control de que pone en marcha lo que aprende.
Enhorabuena por su trabajo J. A. Marina

lasun12:12, 04/10/2013

Amén hermano

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