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Los padres y la autoridad de la escuela

Por Jose Antonio Marina

En los post anteriores he hablado de la autoridad en general, distinguiendo, en el caso de los docentes, la que heredamos de la “institución escolar”, y la que tenemos que ganarnos nosotros mismos. En este momento, la Escuela, como el resto de las instituciones, ha perdido parte de su reconocimiento social. No despierta el respeto que merece por su función, y eso afecta a la posición de maestros y profesores. Lo que nos preguntábamos es cómo se puede recuperar ese respeto. Depende de actuaciones de la sociedad en general, de los padres en particular, y también de los propios profesores. Cada palo tiene que aguantar su vela. Hoy hablamos de lo que pueden hacer los padres para dar prestigio a la Escuela.

Conviene advertir que también los padres están sufriendo una crisis de autoridad, como respuesta pendular al autoritarismo secular, y necesitan saber cómo recuperarla. En Francia, por ejemplo, hay muchas publicaciones sobre este tema. Claude Halmos ha publicado L’Autorité expliquée aux parents, André Bacus, L’autorité pourquoi, comment, y Jean-Pierre Clèro, Qu’est-ce que l’autorité. En España, desde el campo jurídico ha aparecido un estupendo libro cuyo título es muy expresivo: Padres sin derechos, hijos sin deberes, de María de la Válgoma (Ariel).

Los padres deben fomentar en sus hijos una imagen respetuosa hacia la escuela. Es un lugar importante en sus vidas, es un hogar compartido con sus amigos, un terreno protector, y también su lugar de trabajo. Nunca hay que hablar mal de la escuela delante de los niños. Tampoco hay que hablar nunca mal de los profesores. ¿Quiere esto decir que la escuela siempre es buena y los profesores excelentes? Por supuesto que no. Cuando algo no esté bien deben protestar, pero ante los responsables, no ante sus hijos. Tradicionalmente, los docentes disfrutaban de una “presunción de tener razón”. Lo que había que demostrar es que no la tenían. Ahora, por motivos que nos convendría analizar, se ha extendido la actitud contraria: la “presunción de culpa”. En caso de enfrentamiento entre el alumno y el profesor, es el profesor el que tiene que demostrar su inocencia.

En tercer lugar, los padres deben colaborar con la escuela. Todas las investigaciones nos dicen que cuando los niños ven que sus padres acuden al centro escolar, participan en sus actividades, cambia su actitud hacia la escuela. En España, por culpa de todos, se ha establecido una cultura del recelo entre familias y docentes, que es muy perjudicial. La relación en otros países en mucho más fluida y cordial. Por ejemplo, en Estado Unidos tienen gran fuerza las PTA (Parents and Teachers Association), que reúne a docentes y familias, fuera del ámbito de la escuela concreta, para mejorar el sistema educativo. Aquí hemos olvidado que la familia no puede educar sin la escuela, y la escuela no puede educar sin la familia. En esto, deberíamos nosotros tomar la iniciativa. Explicar a los padres por qué es necesaria la colaboración, repetirles pacientemente lo que estamos haciendo en la escuela, pedir su colaboración, permitirles que entren en las clases, y, sobre todo, no tenerles miedo.

Hace cinco años, fundé la Universidad para padres on-line (www.universidaddepadres.es), lo que me ha puesto en contacto con miles de familias. Creo que es el momento oportuno para lanzar una campaña de acercamiento. ¿Se os ocurre cómo hacerlo? ¿Lo estáis haciendo ya?

Comentarios

Juan Atienza15:06, 05/11/2013

“Por culpa de todos” no es un buen diagnóstico. Basta de responsabilizar a las familias que son el lado más débil y con menos recursos culturales e intelectuales. Hasta los hijos más abandonados podrían recibir una buena educación si ésta dependiera de docentes y responsables competentes y motivados.
Profesores y autoridades, muy bien organizados para sus derechos sindicales y promoción política, no han sabido articular ni ofrecer en 30 años un sistema educativo a la altura de la época, los recursos y el nivel del país. Pero ellos son los profesionales y entendidos, no las familias que de muchos modos han sido relegadas en autoridad y estima social por su culpa.

enrique portuondo coll21:10, 20/10/2013

¿Para cuándo pensamos dejar que en nuestro sistema educativo se incorpore como asignatura fundamental el descubrimiento del talento, las ganas de emprender, el esfuerzo, la excelencia, etc.?.
Mis hijos ya se hacen adolescentes y no querría que fuese demasiado tarde para ellos incorporar estos conocimientos básicos a su educación.
Gracias

José Mª Sequeiros Madueño13:27, 01/10/2013

¿ Me podría dar alguna explicación del por qué en USA hay tantas schools(institutos) y colleges (universidades) de bastante prestigio en las que la disciplina militar incluido vestir de uniforme es de uso frecuente ?

Gracias

Ana Viñals11:06, 01/10/2013

La familia es el primer agente de educación por excelencia, por lo que debe de dar ejemplo. Si la familia critica a la escuela delante de sus hij@s, que mejor para estos para ponerse en contra también.

Xavier Alsina18:21, 30/09/2013

El clima de confianza en la escuela se recupera cuando la cordialidad entre las distintas partes que integran el modelo educativo trabajan en una misma linea. Esto requiere valentía y cierto coraje para entender que el compromiso es común para que los resultados sean también comunes.
El sistema educativo hoy por hoy excesivamente burocrático impide este acercamiento y la representación real de la comunidad exige una nueva forma de acercarse los unos a los otros para sentir que el proyecto educativo es compartido. El deterioro social en los centros públicos nota excesivamente esta mala relación como un producto que pasa únicamente por la disciplina y los reglamentos acentúan esta vertiente únicamente. El proceso de reinventar las relaciones pasaría por la horizontalidad participativa y la colaboración en un modelo holístico, integrador que cree una cultura de centro real. Hay que replantearse la formación en valores y actitudes como una simple gestión de ideas y apostar por relaciones comunes y de experiencia y aprendizaje compartido.

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