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Aprender a aprender

Por Carmen Pellicer

Dicen los viejos cantos que hay cosas que no se aprenden como el comer o el respirar o incluso el querer… A ese verbo transitivo, al que para añadirle objetos directos en los interminables análisis sintácticos que hacen mis niños, todavía en forma de arbolitos, en la escuela,  hay que preguntarle:  ‘¿Qué se aprende?’… y responder: A cocinar, a planchar, a serrar la madera, a hacer raíces cuadradas… se aprenden los ríos y los cabos, los reyes y sus amantes, las batallas y sus ganadores, las ideas y sus pervertidores… se aprenden muchas cosas pero no todas se aprenden bien.

Y no todo es un problema de memoria o de cantidad de conocimientos adquiridos ni siquiera es meramente un problema de comprensión. Cuando los niños tienen facilidad para memorizar cosas y comprenderlas se les llama listos… En la escuela aprenden muchas cosas y los hacemos cultos (¡más o menos!)… Pero educarles supone hacerles sabios y quererles impele a hacerlos buenos… y para eso no toda forma de aprender es igualmente deseable… ni tampoco toda forma de enseñar…

Mis alumnos pequeños estudian las plantas… es una unidad didáctica que aparece reiteradamente en el currículum… por supuesto estudian las partes, cada vez más exhaustivamente y rellenan los cartelitos en sus fichas correspondientes, o pintan el ciclo de la fotosíntesis… Isabel y Amparo, que son excelentes maestras, los han llevado a un vivero en el pueblo, han invitado horticultores a clase que han reproducido el abono y la poda y los cuidados de los frutales, han cultivado en un pequeño jardín de macetas diferentes tipos de plantas, han hecho herbarios, mapas mentales, gráficos de pensamiento, tablas estadísticas de datos sobre el cuidado de las plantas, cuadernos de campo en las salidas, y han construido maquetas de huertos todos de diferentes cultivos en colaboración con sus familias… Creo que han aprendido, es más, los niños han hecho muchas iniciativas de reflexión, dianas de autoevaluación, coevaluación, rúbricas de desempeños de aprendizaje, diálogos sobre el trabajo y por supuesto el inevitable pero contextualizado control que demuestran con múltiples evidencias lo que saben y lo que comprenden. Habrá que esperar un tiempo para ver cuánto recuerdan, y si es de mayor cantidad, relevancia y perdurabilidad que memorizando el libro de texto… habrá que mirarlos este verano en las excursiones por el campo para escucharles reconocer y comprender lo que ven y compartir con sus padres lo que han aprendido… distinguir si no pisan el césped, como dicen los carteles, por miedo o por respeto, o si saben donde se corta una rama para no herir un árbol… habrá que esperar más para saber si algunos acaban como ingenieras agrícolas o biólogos porque de momento las vocaciones son a basureros, bomberos y futbolistas… y nunca sabremos cuánto deben a su proyecto el disfrutar de la belleza de las flores o encontrar la serenidad interior cuidando un jardín…

Se ha establecido en este blog un diálogo tan rico y sugerente sobre la conveniencia o no de entrenar explícitamente en las escuelas la competencia básica de ‘aprender a aprender’… Veo muchos profesores mientras enseñan, pero miro con detalle las reacciones de los niños durante las clases. Todos los maestros sabemos que enseñar no produce un efecto uniformemente eficaz en el aprendizaje, y que, por muy bueno que seas, se cruzan miles de factores que influyen en forma en que un niño comprende y se transforma… la mayoría de los cuales no depende de ti… En los meses del proyecto que los niños han estado ‘sumergidos’ en el mundo vegetal han pasado muchas cosas, pero cada uno ha nadado por trayectorias diferentes… que pasen cosas excitantes, amenas o divertidas no es suficiente… las experiencias que cada uno va teniendo en la vida necesitan acompañarse de la observación rigurosa, la narración meticulosa, la reflexión y construcción de modelos explicativos extrapolables a otras realidades y la aplicación de lo comprendido a nuevas situaciones y diversos contextos de aprendizaje. Durante nuestras clases, cual flotadores, les acompañamos en sus primeras brazadas, esperando que aprendan a nadar solos… que la curiosidad, la constancia, la paciencia, la atención, el rigor, la investigación, y el compromiso que han necesitado para comprender por qué es mejor que las plantas de nuestras aulas estén junto a la ventana por la que entra el sol, formen parte de ellos mismos de tal manera que cuando se aproximen a otro misterio de la vida lo aborden con la misma intensidad, pasión y rigor que han mostrado en el pequeño laboratorio de vida que es nuestra escuela… si lo logran, habrán aprendido a aprender…

 

Comentarios

miguelangel09:30, 22/10/2013

Me permito esta pequeña digresión, que tiene que ver a la vez con la actitud de algunos profesores y con la predisposición de los alumnos:

http://laimpertinenciadigital.blogspot.com.es/2013/10/para-que-andar-dandole-vueltas.html

Francisco21:02, 31/08/2013

Dos reflexiones para los que arriba critican la expresión “aprender a aprender”:
1. El niño tiene capacidad para aprender.
2. El niño en su estado infantil a veces no sabe cómo hacerlo.

A Antonio G.R le ruego que sea tan riguroso como exige. Con una sencilla comparación se hace evidente: El niño tiene capacidad de sumar, pero inicialmente no sabe cómo hacerlo. Necesita aprender a sumar. El niño tiene capacidad de aprender en una situación dada, pero si alguien no le guía, no va a saber utilizar esa capacidad. Aplíquese lo mismo a cantar, bailar, cocinar, hablar, etc…

Laura Gallardo Corchero00:05, 12/06/2013

Hola buenas noches a todos y a todas los aquí presentes, mujeres y hombres de inteligencia desbordante, soy una alumna de 5º de filología y voy a dar mi humilde opinión sobre una serie de conceptos como bien he leído se mencionan en muchos comentarios aquí publicados.

La memoria es innata, un niño o niña nace con ella, sí pienso que se puede ejercitar pero es recibido como un don, hay personas que no tienen nada de memoria, tienen memoria cero y lo demuestran constantemente, la memoria viene de serie, de fábrica, una persona tiene memoria (no todas), eso sí, la memoria se puede ir desarrollando con el paso del tiempo.

La educación, pienso desde mi humilde y pequeña opinión que la educación, primeramente es la que recibe un niño, alumno o adolescente en su casa, una educación instruida por sus padres, eso de ante mano, eso es primordial y fundamental, si un niño vive en un hogar desestructurado probablemente el día de mañana no conozca ni por asomo qué es eso de la educación. 1º la educación en casa por parte de los padres y 2º la educación que aprenden en colegios, institutos y universidades por parte de profesores, tenemos que tener en cuenta qué es para cada uno el concepto de educación. La educación recibida culturalmente y la educación de saber comportarse y respetar a los demás. Para mi hay dos tipos de educación ahí explicadas.

El verbo aprender, toda persona puede aprender, con una sola condición, con tesón y perseverancia, una persona aprende si quiere, querer es poder, una persona que no salga de sí y no tenga fuerza de voluntad probablemente no evolucione como persona y no desarrolle la capacidad de aprender, APRENDER es un acto voluntario que cada uno lo realiza porque le sale de dentro y tiene iniciativa, para Aprender tenemos que tener ganas, fuerza, tesón y apoyo por nuestros seres queridos.

Y por último el concepto de Didáctica, este es un concepto para mi moderno, desde mi punto de vista porque lo he conocido en los últimos años, la didáctica es aprender conocimientos de manera práctica, bien realizando trabajos en grupos o bien realizando actividades individuales bajo la supervisión de un docente.

Un cordial saludo, Laura Gallardo Corchero.
Universidad de Extremadura, miembro del grupo de trabajo de Antonio Viudas Camarasa.

Vicente Bou Ayllón14:38, 10/06/2013

Opino como AntonioGR. El niño nace “aprendedor”: ¡escucha –ya desde el útero materno-, observa,… comienza a caminar y hablar,… pregunta, vuelve a preguntar, lee, experimenta, se cae, inventa, halla respuestas, crea nuevas preguntas,…!!! Por tanto el niño ¡YA! tiene capacidad (¡y un infinito deseo!) para aprender. Y por ello, también capacidad e infinita voluntad para, más adelante y hasta su muerte, perfeccionar sus métodos… a no ser que la cultura local-social-escolar-familiar lo reconfigure, castre, ate, encarcele, domestique,… para no ser más que un obediente sumiso (votante, empleado, contribuyente, consumidor, estudiante, pensionista,…). También yo creo que la confusa expresión “aprender/enseñar a aprender” no tiene sentido y es una moda efímera sin fundamento.

En mi blog he resumido y comentado (o más bien, cuestionado) este artículo… http://nuevosistemaeducativo.blogspot.com.es/2013/06/les-ensenamos-aprender-aprender-jose.html

Antonio Viudas Camarasa18:55, 05/06/2013

Queridos Carmen Pellicer y José Antonio Marina, como dice José, después del fructífero debate donde mis alumnos se han sentido ciudadanos europeos con capacidad crítica, traer ahora esta entrada “aprender a aprender” tomando como base el huerto escolar, aunque es una experiencia meritoria, no creo que sea el mejor método de conseguir los contenidos y los mejores métodos para la “educación de los hijos” como expresó Plutarco en su griego original “De liberis educandis”, conviviendo con el latín de sus emperadores. Si volvemos al debate para consolidar la expresión, vamos a pasar gracianescamente de una expresión larga “¿Es la expresión APRENDER A APRENDER una tautología” a la corta APRENDER, aunque hayamos pasado, con concesión a los militantes de la pedagogía por “aprender a aprender”. Lo bueno si breve, dos veces bueno. Cuando se abra el debate “APRENDER” a secas, en mi modesta opinión habremos llegado a un inicio del cambio en la educación española.
Me ha chocado mucho esta entrada, sobre todo, el mismo día en que el profesor Moradiellos ha tenido la amabilidad de hacerme llegar su reciente libro “clio y las aulas. Ensayo sobre educacón y historia. Premio Arturo Barea 2012. Curiosamente en la portada ante un profesor se ve a un equipo de alumnos atentos a la intervención de un compañero y a la derecha una pizarra en la que se lee “Enseñar” y debajo “Aprender”.
Por otro lado estoy rellenando la burocracia de mis asignaturas para el curso bolonio de 2013-2014, donde además de la modernidad que un traductor ejerce la injerencia de traducirme mis asignaturas al inglés… He releído las ocho competencias y les recomiendo a mis futuros alumnos textualmente en el apartado “recomendaciones”:
“• Recomiendo al alumno de las ocho competencias clave del Parlamento Europeo y del Consejo para el aprendizaje permanente el uso debido y responsable de la número cuatro “competencia digital, que conlleva un uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información (TSI) y, por tanto, el dominio de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)” y la número seis “Las competencias sociales y cívicas. La competencia social remite a las competencias personales, interpersonales e interculturales, así como a todas las formas de comportamiento de un individuo para participar de manera eficaz y constructiva en la vida social y profesional. Esta competencia se corresponde con el bienestar personal y colectivo. La comprensión de los códigos de conducta y de las costumbres de los distintos entornos en los que el individuo se desarrolla es fundamental. Un individuo puede asegurarse una participación cívica, activa y democrática gracias a estas competencias cívicas, especialmente a través del conocimiento de las nociones y las estructuras sociales y políticas (democracia, justicia, igualdad, ciudadanía y derechos civiles)”.
• Fuente: http://europa.eu/legislation_summaries/education_training_youth/lifelong_learning/c11090_es.htm
Si no volvemos a las fuentes grecolatinas y del humanismo renacentistas de la educación, llenaremos de metodologías efímeras los intentos de renovación pedagógica de los europeos del siglo XXI, a pesar de los guiños a Erasmus de Rotterdam, con la escasas becas Erasmus y los ingleses que nos quieren imponer por delante de la competencia en la lengua materna. Si no creamos pedagogía nunca podremos traducir pedagogía.
Volveré con su amabilidad sobre las fuentes grecolatinas para ejemplificar.
Un cordial saludo a todos los que tienen la paciencia de seguir leyendo a pesar de que nos quieren imponer la expresión “Aprender a aprender”, para llegar a la esencia del aprendizaje que está encerrada en la voz “aprender” sin repetición posible ni juego de malabares palabras.
Universidad de Extremadura

Antonio G. R.18:10, 05/06/2013

La verdad, estimados autores, es que sigo sin ver justificación alguna a la expresión “aprender a aprender”. Lo que ustedes (o cualquier maestro) enseñan a los niños no es a aprender, sino métodos para aprender mejor o de forma más eficaz (y, de esta manera, también se consigue afianzar el gusto por aprender); y esos métodos se pueden enseñar al niño porque éste YA tiene capacidad para aprender. Es decir, en rigor (y creo que nos ocupamos aquí de cuestiones que exigen el máximo rigor), se pueden enseñar métodos que perfeccionen nuestra capacidad de aprender (aprender más rápido, memorizar mejor…), pero no la capacidad de aprender en sí.
La expresión “aprender a aprender” presupone dos estados incompatibles, contradictorios:
1) que el niño tiene capacidad para aprender (por eso PUEDE aprender a aprender)
y 2) que el niño no tiene capacidad para aprender (por eso NECESITA aprender a aprender).

No veo, insisto, justificación para seguir empleando una expresión confusa (en el mejor de los casos) o contradictoria. ¿Por qué no usar, a lo llano, expresiones libres de estas dificultades? ¿Qué hay en ella de imprescindible como para seguir utilizándola pese a toda la confusión y discordancia que genera en el cuerpo docente?

Jose16:04, 03/06/2013

Me ha gustado la experiencia que cuenta, aunque no sea nada que no se haga en muchos colegios.
Soy más crítico en cuanto a que esto sea (tal y como está contado) un buen ejemplo de “aprender a aprender”, me parece flojo…

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